El Circo. 1889
George Seurat
“Pasen y vean
Lo nunca visto
Grandes atracciones
Más difícil todavía
El puto circo
Potente calefacción”
(David Rossaleny. ‘Potente calefacción’)
El sudor, olor húmedo a sal. La conciencia de que tienes huesos en el culo. Huesos. Y de que tu columna vertebral es un excelente conductor de electricidad. Gente. No personas. Gente. El rumor contenido de sus tempestades. El ritmo acelerado. Aliento de monstruo de 1.000 cabezas en tu nuca. El aforo. Alguna más. Burbujas en el caldero de la bruja.
Salen las sonrisas a la pista. Saltarinas. Máscaras de tragedia pintadas en blanco y rojo. Herida amarilla de ciudades abandonadas. Funambulistas de la razón. Clava su pértiga en tu costado. Contención del monstruo. Huesos. Palmas rojas. La sangre de los caídos en tu sien. Y los colores. Todos los colores rodando: ruleta de puñales en bikini. La carne del ayunado. Jaulas con ácido y barbitúricos. La ley de la gravedad cae mojada. Lluvia sobre la carpa. Compañera de bancada.
Silencio
(Y) esa música de platillos y cornetas. Zumbido de abeja que no despierta. Risas. Risas. Risas. El jefe de pista, atronador, pone las cosas en su sitio (los huesos): "Los grilletes en tobillos y muñecas son sólo para su seguridad (hueso). Palomitas líquidas inyectadas entre sus nudillos (hueso) Una vez al mes les curaremos las llagas del culo. ¿Tienen frío? Subiremos la calefacción".
Alicia Martínez (Junio de 2010)
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