I
ver las estrellas dentro de casa
inaudito privilegio de los pobres
la calle con sus perros y aceras
pero siempre la casa estaba quieta
no zarpaba la casona como un barco
e iban cayendo desde los balcones
blancos pergaminos sin nada escrito
nosotros los mirábamos caer
papeles
de un estómago abandonado
sólo tu nombre escribías
agradecido a tu esfuerzo
se estiraba en el papel
con letra de niño pequeño
sin pecho ni costillas
caminaban las piedras a tu encuentro
convertidas por tus manos
en pan que nos aliviaba el llanto
pero nunca el miedo ni el cielo borroso
ibamos cayendo detrás de ellos
por las ventanas, tus hijos
huyendo de ser tantos
y tener hambre
queriendo alimentarte
con nuestros cuerpos
nos dejábamos caer como arroz
por las ventanas
y tú nos recogías con la escoba
II
a veces los niños
hacen el amor
sobre una barra de pan
por debajo de la espalda
se extiende un campo
aunque no haya suelo
y sólo una hogaza los sostenga
amasar sin ropa
las pieles que tiemblan
dedos, ojos y boca
se mezclan con las migas
levadura y agua tibia
fermentan despacio
en un rito alquímico de masticar
aquello recién horneado
es la metamorfosis del trigo
la que deja las manos manchadas:
harina y media medida de miedo
se miran y se sujetan
el uno al otro
porque temen caerse
por cualquiera de los bordes
no sé por qué me sorprende que estén aquí, conociendo-te no debería sorprenderme lo más mínimo...
ResponderEliminarde la marea al huracán...
Si esto es para abrir boca, creo que la Jam va a ser una auténtica bacanal poética.
ResponderEliminar¿Qué habrá a los postres? ¿Alarcón y su verso afilado de matarife?
Un saludo desde el rincón más oculto del agotamiento.